domingo, 15 de febrero de 2015

No te olvides....

Pocas veces me siento a pensar y a recordar, a mirar hacia atrás por un breve tiempo, sin ningún objeto, sin ningún temor a encontrarme con malos recuerdos, ni viejas heridas. 
En esos pocos momentos en los que consigo detener el tiempo y pararme a pensar, pararme a recordar, me sorprendo a mi misma de repente con trenzas y calcetines caídos.

Hay muchas formas de recordar, pero sin duda una de las formas más entrañables para recordar, a mi entender, es la imagen. Tal vez por aquello de que una imagen vale más que mil palabras.

Recuerdo que en casa, mi madre tenía escondida en su armario, una vieja caja de lata, de aquellas que se usaban para guardar las galletas! Esa lata estaba llena de viejas fotografías. 

Solíamos pasar ratos mirando las viejas fotografías en sepia de abuelos, tios, padres, hermanos, familiares que desde aquellas desgastadas imágenes se asomaban con antiguos rostros, blancos, pálidos,  e inexpresivos ojos brillantes.

Lo más bonito era cuando mi madre aprovechaba para relatarnos, otra vez, historias de abuelas, o nos repetía por enésima vez "este es tu tío cuando tenía 7 años", y yo miraba a aquella personita en blanco y negro tratando de imaginar cómo aquel niño podía ser el alto y corpulento familiar del que yo me asustaba por su vozarrón grave y grandes manos que trataban de hacerme cosquillas.

Y es que las historias contadas en familia tienen el poder de fijarse en la mente para ser recordadas como si las hubieras vivido personalmente. Quien no recuerda aquella anécdota familiar contada una y otra vez por Papá o Mamá; ¿cómo sino, seriamos capaces de repetir las mismas historias a nuestros hijos? Ante su expresión impaciente.

"Mamá! -me decía mi hija cuando trataba de describirle la pequeña habitación donde dormía con mis dos hermanas -ya me lo contó la yaya"!

Por eso me invade una feliz sensación de gratitud al constatar la gran sabiduría de mi Dios cuando enseñó a su pueblo Israel a recordar, a no olvidar su pasado.

Y estas palabras que yo te mando hoy, 
estarán sobre tu corazón;
 y diligentemente las enseñarás a tus hijos
y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa
 y cuando andes por el camino, cuando te acuestes
 y cuando te levantes.
 Y las atarás como una señal a tu mano,
 y serán por insignias entre tus ojos. 
Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.

Deuteronomio 6:6-9

Hoy casi hemos perdido esta costumbre, no ya de recordar viejas historias familiares, sino de recordar todo lo que hemos aprendido, todo lo que se nos enseñó de forma amorosa y fiel en nuestra infancia a cerca de nuestro gran Dios, y de cómo esas lecciones nos fueron acercando y señalando hacia quien debíamos mirar, a donde debíamos dirigir nuestros pasos si queríamos encontrarnos con el autor de las maravillas que, según nuestros padres, el Dios grande había hecho con ellos. Cómo, sino, podríamos andar por el mismo camino, experimentando la misma fidelidad de nuestro amado Padre Eterno.

Y es que no hay nada más gratificante que encontrar el verdadero camino que lleva a la vida, a través de esas lecciones, que luego podremos transmitir a nuestros hijos. 

Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia,
 para que no te olvides de las cosas 
que tus ojos han visto,
 y no se aparten de tu corazón 
todos los días de tu vida;
 sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos.

Deuteronomio 4:9

El pueblo escogido lo aprendió muy bien, fueron contando a sus hijos las grandes maravillas que Dios hizo con ellos desde que su padre Abraham saliera de Ur de los Caldeos, contandoles todas las veces que el Señor los libró de sus enemigos de forma milagrosa, como les arrebató del fuego una y otra vez. Historias relatadas y cantadas en sus hermosos Salmos!

Si, es un ejercicio muy interesante, pues al recordar tu historia sigues recordando las lecciones aprendidas, sigues contemplando y experimentando la misericordia divina por la que has llegado hasta donde estas ahora. Y cuando vuelvas a estar en problemas y pienses quizás, que no serás capaz, o que todo irá mal esta vez! piensa, otra vez en como te libro la última vez que pasaste por dificultades, recuerda, haz memoria de como él de forma fiel te sostuvo, te guardó y te ayudó en medio de la tormenta.

Y luego cuéntalo a los tuyos! Dando la Gloria a quien te libró otra vez!

Porque Él no olvida!




Cantad alabanzas al Señor, que mora en Sion;

proclamad entre los pueblos sus proezas.
12 
Porque el que pide cuentas de la sangre derramada
se acuerda de ellos;
no olvida el clamor de los afligidos

Salmo 9:11-12



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