Lectura:
Evangelio de Juan 7:38-39; 20:24-31
De vacaciones en Andalucía vuelvo a ver sus calles blancas,
con ventanas y balcones llenos de flores, patios engalanados con mil colores y
fuentes cantarinas que refrescan el ambiente, brillos y reflejos de sol entre
las hojas de los árboles dispuestos para dar sombra del calor asfixiante del
verano andaluz.
Me gusta ver sus bellas ventanas enrejadas y cubiertas por celosías
para evitar las indiscretas miradas de los viandantes desde el exterior. Celosías
que velan la intimidad de las almas que viven detrás de ellas, guardando del
calor y dejando entrar la luz del día.
Esta imagen me ha hecho pensar en otra celosía, la de
nuestra alma enrejada. Esa que levantamos un día ante nuestra ventana. Rejas
que ya no son tan bellas, sino que se asemejan a situaciones en nuestra vida,
que distorsionan nuestra vista y la percepción de nuestra circunstancia.
Esas celosías pueden ser muchas cosas en tu vida, una
enfermedad, un problema familiar, pobreza, desamor, soledad, vejez, tal vez el
llanto por un hijo deseado que nunca llega, tal vez el compañero que necesitas
y no tienes, tal vez la salud que te falta, tal vez la edad que se te escapa
entre los dedos como la arena del reloj, que sigue cayendo inexorable.
Cuando vives tras una celosía y una reja es difícil entrever
entre sus hierros y sus listones de madera entrecruzada, más allá de tu vida.
Muchas, demasiadas veces miramos a través de las ventanas de
nuestra alma para solo ver esas rejas que la vida ha puesto en ellas, esas celosías
que impiden no solo que seamos vistas, reconocidas, sino que impiden que entre
la luz, que entre el aire y que podamos ver claramente la vida abundante a
nuestro alcance, al alcance de una mirada de Fe.
Muchas, demasiadas veces somos mirados a través de estas
situaciones de la vida que cubren las ventanas de nuestra alma, haciendo que
quien nos observa vea solo nuestra soledad, nuestro sufrimiento, nuestra
esencia aprisionada tras las rejas de nuestra alma.
Solo Jesús puede atravesar esa reja, solo él puede llegar a
nuestra alma sedienta de libertad y llenarnos de abundante agua del rio de la
vida que tiene para nosotros.
Es quien puede trasladar ese patio fresco, luminoso y lleno
de flores, de blancas paredes y de fuentes de aguas saltarinas al interior de nuestro
corazón, refrescando el alma.
El que cree en mí,
como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua
viva”
Juan 7:38-39
Pero él (Tomás) les dijo: Si no veo en sus manos
la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la
mano en su costado, no creeré.
Juan 20:24-31
Tomas había confiado tanto, había puesto toda su fe en aquel
Jesús, y ahora él no estaba, les había dejado, toda su esperanza estaba muerta,
y su incredulidad volvió fuerte, fría y amarga, Tomas no estaba con sus
compañeros cuando el Señor se les apareció, no se nos dice porque, pero tal vez
fuera demasiado duro recordar, por eso cuando por fin se decidió a volver a
aquel aposento alto donde tan feliz había sido, no podía creer. Su reja, su
celosía estaba hecha de incredulidad y el Señor entró a través de esa
incredulidad como un rayo de luz pura y le demostró a Tomas que podía seguir
confiando, que Él era real.
No seas incrédulo,
sino creyente.
Juan 20:27
Y tantas veces nosotras tenemos frente a nuestra ventana la
misma incredulidad y falta de Fe, a causa de nuestras propias rejas.
¿Sabes qué? Tus ventanas seguirán cubiertas de rejas y
celosías, seguirás teniendo problemas, seguirás sufriendo, pero en tu interior podrán
correr ríos de agua viva, porque el patio de paredes blancas, de luz y flores,
y la fuente de agua puede estar dentro de tu corazón.
Detrás de tu reja y de tu celosía hay una ventana que puedes
abrir, la Fe que puedes poner para que el Señor introduzca en tu interior ese
jardín hermoso que él nos prometió si abríamos las ventanas.
Esa es la Gloria de Dios en nuestra vida, que a pesar de
todas las rejas y celosías, por muy tupida que sea nuestra dificultad, el Señor
promete correr como agua viva y abundante desde lo más profundo de nuestro
corazón.
Y tenemos la certeza en la misma Palabra de Dios, tenemos el
testimonio escrito de que el estará con nosotras siempre, descansemos en su
promesa y disfrutemos de saber de ese hermoso Patio que nos aguarda, esa es
nuestra Esperanza y nuestra Gloria.
Estas
cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para
que sepáis que tenéis vida eterna.
1
Juan 5:13