Pequeña cabaña azul frente al hermoso océano pacifico con el que acunaste mi dolor al arrullo de sus olas, donde el otoño chileno fue tiñendo mi corazón maltratado del color de la apacible tristeza y dulce calma. Donde me permití vivir un tiempo de tu Gracia, disfrutando el regalo de tan maravillosos días, donde pude extraer tus dulces cuidados, tu amor claro y sublime, tus numerosos consuelos, refrigerio en este tiempo de sequía.
Cuanto hubiéramos disfrutado, amado mio, cuanto anhelo defraudado por esta vida caída.
Cuanto estarás disfrutando tu, mi amor, a orillas de ese otro mar, el de cristal que baña las calles de oro. Mirando este mar se cambia mi anhelo perdido por el mejor de los anhelos... Sentarme a orillas del mar celestial, habitar en el hogar dulce, mirando a los ojos a nuestro amado Señor, tomándote de la mano mientras me muestras todo lo que estas descubriendo tu primero.
Mientras espero en sus pasos.