domingo, 23 de diciembre de 2018

En El principio...




Releyendo el relato de la creación, no puedo evitar hacer un paralelismo con la etapa de vida en la que me encuentro. No pensé jamás  que llegaría tan pronto. Y aunque en mi vida he pasado por muchos tiempos difíciles, ninguna de esas dificultades me causaron un dolor y sufrimiento tan profundo como el causado por la perdida de mi compañero de vida.




Pero ese día llega por sorpresa, repentinamente todo se rompe, todo se derrumba y ya nada vuelve a ser igual. El vacío, la oscuridad, el desorden, lo invade, lo llena todo.... (Génesis 1:1-2)

Ciertamente cuando Dios está en tu vida todo es diferente, porque él esta presente en todos esos momentos, dispuesto a hacer algo, si le dejas. Y si no lo está, seguro lo estará si se lo permites, sólo prueba y verás. Entonces es cuando se produce el milagro de la creación.


Y todo vuelve a comenzar como en el principio de cada etapa de mi vida, por fácil o difícil que está sea.

El sabe todo cuanto sucede dentro de mi corazón. Sabe que hay desorden y vacío a causa de este dolor.  Lo supo cuando me vio al principio de mi vida, cuando se acercó a mi por primera vez, para ofrecerme lo que tanto necesitaba, y lo sabe de nuevo ahora que esta pérdida repentina ha asaltado mi alma, dejando una herida profunda y haciendo que me sienta abandonada en medio de la tormenta mas terrible de mi vida.

Pero la soledad desaparece en cuanto Dios irrumpe. Él lo llena todo, y un nuevo comienzo tiene lugar. Su Espíritu, al igual que en el principio de la creación, se mueve sobre la superficie de mi tormentoso mar en tinieblas (Génesis 1:2) y al pronunciar sus palabras 'Sea la luz' mis ojos se abren para ver toda su maravilla, para darme cuenta que no se ha perdido nada. Igual que la primera vez, cuando me miró con su tierno amor y me hizo ver mi condición, ahora me vuelve a tender su mano, y le reconozco en medio de la oscuridad como un rayo de luz en medio de mi tormenta.

(Génesis 1:5) y vio Dios que la luz era buena...

Siempre es bueno reconocer la verdad, reconocer que estás en necesidad es el primer paso de un camino que te llevará a la restauración.

Es entonces cuando Dios comienza su trabajo, llenando con su presencia mi vida, trayendo luz a mi mente, consuelo y esperanza con su amoroso cuidado, a mi corazón abatido. Y las aguas embravecidas de mi atormentada alma se van apaciguando lentamente, mientras el va ordenando cada pensamiento, separando cada idea, cada percepción, cada concepto, permitiendo que mi mente razone adecuadamente, desde la calma, desde la paz que su sola presencia otorga. Apartando la tristeza, separando la angustia, eliminando el dolor, levantando mi alma y llevándola a un lugar firme, estable y espacioso, donde volver a apoyarme con seguridad, donde crecer de nuevo y avanzar. Y germinar de nuevo, de las semillas plantadas en la tierra fértil de la esperanza. (Génesis 1:12)

Y vio Dios que era bueno.... Es bueno avanzar, crecer, dar fruto.

El Señor siempre pone señales en el camino que guían en la noche, establece los tiempos para delimitar nuestra vida. Siempre podré encontrar el camino seguro si me dejo guiar por las señales que el pone en la oscuridad. (Génesis 1:14). Esas señales brillan más en la noche, cuando más las necesito, esas señales hoy están en su creación, en su Palabra santa, en su Espíritu que sigue moviéndose en mi alma y no deja que esta se derrumbe cuando las tormentas de la vida la asedian.

La vida se abre paso a través del sufrimiento, todo comienza a fluir, brotar, nacer de nuevo (Génesis 1:28).

Dios trabaja intensamente para hacer un marco seguro donde podamos vivir y desarrollar todo el potencial que ha puesto en nosotros. Nos dio capacidad para conocer, disfrutar y llenar la tierra en todos los sentidos, capacidad de administrar nuestra vida, pero solo lo podremos llevar a cabo si le ponemos a él en nuestro centro vital, porque él estuvo en el principio, y esta en nuestros duelos finales, y siempre le podremos encontrar en medio de nuestras tormentas y desordenes emocionales, planeando sobre nuestras aguas de dolor, queriendo traer luz en medio de nuestra oscuridad. Al sonido de su voz solo suceden cosas buenas. Al sonido de su voz todo comienza de nuevo para su gloria, para su disfrute cuando ve que todo es bueno.

Porque todo lo que él hace es bueno.



miércoles, 17 de octubre de 2018

De nuevo a solas contigo


Juan 21:7  Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: ¡Es el Señor!....

Me imagino a los discípulos de Jesús tan perdidos en sus ilusiones rotas, perdidos en su desesperanza, abatidos por la perdida de su amado maestro. Como debieron sentirse cuando vino a ellos, como tantas otras veces. Pero ahora viene triunfante, aparece en medio de su sufrimiento.

¡Cuanta paz, oh Señor!

Cuando tu vienes a mi en medio de mi sufrimiento, cuando tu vienes andando sobre este mar de tormentas, o me esperas tranquilo a la orilla de mi dolor. 

Cuando me preparas sustento y me alimentas con tu presencia.

Tu presencia gloriosa me abraza y me consuela, seca mis lagrimas mientras me dice ¿me amas? ¡Confía! ¡Tranquila! ¡estoy a tu lado, no temas!

Que paradoja que te perciba de manera tan nítida en mi noche más oscura, que me acompañes en mi soledad más abrumadora.

Tu vienes a mi encuentro y me traes tu paz, una calma serena y quieta. ¡Sólo mirándote!, ya lejos todo temor, ya libre del recelo y la desconfianza, libre de la ansiedad que produce tan inexorable tormenta.

Tu vienes a mi encuentro de nuevo, y a solas contigo....

¡Cuanta paz, oh Señor!





miércoles, 26 de septiembre de 2018

Abro mis ojos y





de repente te vuelvo a ver en aquel frío lecho que se atrevió a recoger tu cuerpo atravesado por el espanto, tu amado ser se va inesperadamente por el túnel oscuro, hacia la blancura luminosa, cegadora, de los amados brazos protectores que lo recogen. Él te estaba esperando ya.

Me fuerzo a recordar tus últimas palabras que por una licencia divina alcanzo a sentir más que a escuchar.

Dulces, tranquilas palabras que apaciguan mi ansiedad, que traen consuelo a mi corazón desgarrado.

Estoy bien.
Tranquila.
Todo te irá bien.

Consigo vencer un nuevo asalto a mi atribulada alma. 

Tus palabras, grabadas en mi alma, acarician con su cálido aliento el frío recuerdo de ese negro día, calmando con tu voz amorosa mi corazón angustiado, cada una de las innumerables veces que mi alma será abatida, y volverá a verte en ese frío día, y volverá a sentir más que ha escuchar, el amor que por mi sentías.

Y abro los ojos a la hermosa verdad de tu alma llena de vida, salud y felicidad. Disfruta mi amor, a salvo ya, y guardado en nuestro hogar celestial. Pronto nos volveremos a encontrar.

Siempre te amaré.

(a mi amado Fernando, en casa del Padre desde el 24 de junio de 2018)