Haré que ellas y los alrededores de mi colina sean una fuente de bendición. Haré caer lluvias de bendición en el tiempo oportuno. Los árboles del campo darán su fruto, la tierra entregará sus cosechas, y ellas vivirán seguras en su propia tierra. Y cuando yo haga pedazos su yugo y las libere de sus tiranos, entonces sabrán que yo soy el Señor. Ezequiel 34:26-27Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
miércoles, 26 de septiembre de 2018
Abro mis ojos y
de repente te vuelvo a ver en aquel frío lecho que se atrevió a recoger tu cuerpo atravesado por el espanto, tu amado ser se va inesperadamente por el túnel oscuro, hacia la blancura luminosa, cegadora, de los amados brazos protectores que lo recogen. Él te estaba esperando ya.
Me fuerzo a recordar tus últimas palabras que por una licencia divina alcanzo a sentir más que a escuchar.
Dulces, tranquilas palabras que apaciguan mi ansiedad, que traen consuelo a mi corazón desgarrado.
Estoy bien.
Tranquila.
Todo te irá bien.
Consigo vencer un nuevo asalto a mi atribulada alma.
Tus palabras, grabadas en mi alma, acarician con su cálido aliento el frío recuerdo de ese negro día, calmando con tu voz amorosa mi corazón angustiado, cada una de las innumerables veces que mi alma será abatida, y volverá a verte en ese frío día, y volverá a sentir más que ha escuchar, el amor que por mi sentías.
Y abro los ojos a la hermosa verdad de tu alma llena de vida, salud y felicidad. Disfruta mi amor, a salvo ya, y guardado en nuestro hogar celestial. Pronto nos volveremos a encontrar.
Siempre te amaré.
(a mi amado Fernando, en casa del Padre desde el 24 de junio de 2018)
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