miércoles, 26 de septiembre de 2018

Abro mis ojos y





de repente te vuelvo a ver en aquel frío lecho que se atrevió a recoger tu cuerpo atravesado por el espanto, tu amado ser se va inesperadamente por el túnel oscuro, hacia la blancura luminosa, cegadora, de los amados brazos protectores que lo recogen. Él te estaba esperando ya.

Me fuerzo a recordar tus últimas palabras que por una licencia divina alcanzo a sentir más que a escuchar.

Dulces, tranquilas palabras que apaciguan mi ansiedad, que traen consuelo a mi corazón desgarrado.

Estoy bien.
Tranquila.
Todo te irá bien.

Consigo vencer un nuevo asalto a mi atribulada alma. 

Tus palabras, grabadas en mi alma, acarician con su cálido aliento el frío recuerdo de ese negro día, calmando con tu voz amorosa mi corazón angustiado, cada una de las innumerables veces que mi alma será abatida, y volverá a verte en ese frío día, y volverá a sentir más que ha escuchar, el amor que por mi sentías.

Y abro los ojos a la hermosa verdad de tu alma llena de vida, salud y felicidad. Disfruta mi amor, a salvo ya, y guardado en nuestro hogar celestial. Pronto nos volveremos a encontrar.

Siempre te amaré.

(a mi amado Fernando, en casa del Padre desde el 24 de junio de 2018)